Por suerte o por desgracia estoy llena de hechos que han marcado mi vida y que han hecho de mi la persona que soy en estos momentos. Creo que es más suerte, pero muchas veces me parece que no tuve tanta suerte si es que de verdad existe.
Me han hecho madurar y crecer como persona a un punto que ni yo me conozco a veces, es como cuando te miras al espejo y eres diferente a la chica que fuiste ayer, pero te gusta y no sabes por qué has cambiado tanto. Después lo piensas y es que has pasado tantas y tantas cosas, que ni te has dado cuenta de hasta el punto que aguantaste de pie. Es como cuando estás en modo automático y pasa todo por delante de ti, pasan años y sientes que es un segundo, pero no es así.
Ocurre eso porque has hecho las cosas de corazón, porque además estás acostumbrada a luchar y a ser fuerte, esa guerrera perfecta que nadie puede ver en el suelo. Pero no, también has llorado y mucho, has sufrido, y has sentido como se te ha roto el alma en mil pedazos.
Por suerte o por desgracia estoy llena de hechos que también me han hecho con el tiempo poder estar tranquila después de muchas tormentas, poder sacudirme las culpas, pedirme perdón y soltar las riendas. Y por fin entender que no puedo exigirme tanto, que no soy perfecta, ni quisiera serlo nunca porque soy yo.
Soy humana, sí, tan humana que quizás nunca me pude dar cuenta, que me equivoqué tanto que el tiempo pasó factura porque fui mi peor enemiga en los momentos en los que más tenía que haberme abrazado sin dejar que me dolieran, tantas y tantas cosas que ni eran mías apenas.
Aprendí de lo vivido y aún me queda por aprender, tengo el cuerpo lleno de heridas, que aún supuran por mi piel, pero es momento de dejar atrás lo malo, desintoxicar el corazón. Es momento de ser felices, de seguir caminos, de abrir más los ojos, de soltar lastres, respirar presentes, y tachar ayeres para comenzar de cero, porque si se quiere, se puede y sé que yo puedo.
Me han hecho madurar y crecer como persona a un punto que ni yo me conozco a veces, es como cuando te miras al espejo y eres diferente a la chica que fuiste ayer, pero te gusta y no sabes por qué has cambiado tanto. Después lo piensas y es que has pasado tantas y tantas cosas, que ni te has dado cuenta de hasta el punto que aguantaste de pie. Es como cuando estás en modo automático y pasa todo por delante de ti, pasan años y sientes que es un segundo, pero no es así.
Ocurre eso porque has hecho las cosas de corazón, porque además estás acostumbrada a luchar y a ser fuerte, esa guerrera perfecta que nadie puede ver en el suelo. Pero no, también has llorado y mucho, has sufrido, y has sentido como se te ha roto el alma en mil pedazos.
Por suerte o por desgracia estoy llena de hechos que también me han hecho con el tiempo poder estar tranquila después de muchas tormentas, poder sacudirme las culpas, pedirme perdón y soltar las riendas. Y por fin entender que no puedo exigirme tanto, que no soy perfecta, ni quisiera serlo nunca porque soy yo.
Soy humana, sí, tan humana que quizás nunca me pude dar cuenta, que me equivoqué tanto que el tiempo pasó factura porque fui mi peor enemiga en los momentos en los que más tenía que haberme abrazado sin dejar que me dolieran, tantas y tantas cosas que ni eran mías apenas.
Aprendí de lo vivido y aún me queda por aprender, tengo el cuerpo lleno de heridas, que aún supuran por mi piel, pero es momento de dejar atrás lo malo, desintoxicar el corazón. Es momento de ser felices, de seguir caminos, de abrir más los ojos, de soltar lastres, respirar presentes, y tachar ayeres para comenzar de cero, porque si se quiere, se puede y sé que yo puedo.