Existe una palabra que si se utiliza con una actitud mental positiva, puede inducir a una persona a alcanzar un honroso logro.
Si se utiliza con una actitud mental negativa, se convierte en causante de mentiras, engaños y falsedades. La palabra es necesidad.
La necesidad es la madre del ingenio y el padre del crimen.
Al Capone era uno de los más grandes mafiosos del mundo. Era el capo más famoso que dominó el crimen en Chicago y terminó preso por evasión fiscal.
Hace algunos años le preguntaron a Al Capone “¿de que manera inicio usted su carrera delictiva?”
Capone contestó con una sola palabra: Necesidad.
Después las lágrimas asomaron a sus ojos y se le hizo un nudo en la garganta.
Empezó a referir algunas de las cosas buenas que había hecho y que los periódicos jamas habían mencionado, dando a entender que con ellas había compensado en cierto modo el mal que había hecho.
Revelando claramente con ello una telaraña mental:
Para compensar tus malos actos, debes hacer actos de caridad.
Aquel desdichado echó a perder su vida, destruyó su paz, debilitó su cuerpo con una enfermedad mortal y sembró el pánico y el desastre en su camino…
Todo porque jamas aprendió a eliminar sus barreras mentales en relación con la necesidad.
Al Capone Pensaba que para salir de la necesidad, para dejar de ser pobre y obtener riqueza, el único camino era estar en el negocio criminal, liderar bandas de gánster, ir en contra de la ley, cueste lo que cueste.
Aunque un buen hombre pueda neutralizar el mal que ha hecho mediante el verdadero arrepentimiento, seguido de una vida buena de obras, Capone no era un hombre esta clase.
Al Capone llegó a amasar una fortuna de 3 mil 300 millones de dólares, luego de estar en prisión pasó sus últimos días en su casa, sufrió de derrame cerebral y murió cuatro días después por neumonía.
Lee Braxton en cambio, era un hombre que siempre vivió en la pobreza. Que pensaba que era imposible salir de ella y ni siquiera lo intentaba.
Trabajó de mozo, lustrabotas, vendedor de periódicos, lavacarros y ayudante de mecánico. Al convertirse en mecánico, Lee pensó que había logrado sus máximas aspiraciones. Pensaba que era imposible salir de la pobreza y ni siquiera lo intentaba.
Se casó, pero continúo viviendo en la pobreza, ahora junto a su esposa.
Para completar la situación, él perdió el empleo. Casi pierde la casa, porque no podía pagar la hipoteca. Su situación parecía desoladora.
Pero no por eso se dedico a cometer actos delictivos, robar, estafar, o ir en contra de la ley.
Lee Braxton era un hombre de carácter, de fe, de pensamiento positivo.
El sabía que Dios nunca lo deja y pidió de su ayuda.
La ayuda llegó en forma de un libro, que un amigo le obsequió al enterarse que estaba pasando por una situación similar a la que él vivió tiempo atrás.
Aquel libro titulado Piense y hágase rico le sirvió a su amigo a salir de la pobreza y ahora estaba regalándolo a Lee Braxton.
Tuvo que pasar una situación
de gran magnitud,
de gran necesidad,
de gran dolor,
de gran desesperación.
Para que decidiera a salir de la situación en la que estaba,
Para que decidiera salir de la pobreza.
Ahora Lee estaba preparado. Leyó el libro una y otra vez. Estaba buscando el éxito económico y se dijo a sí mismo.
“Lo primero que debo hacer es desarrollar una actitud mental positiva en relación con mis aptitudes y mis oportunidades.
Tengo que elegir sin falta un objetivo en concreto. Y cuando lo haga he de apuntar más alto de lo que jamás haya hecho en el pasado.
Pero tengo que poner manos a la obra. Empezaré con el primer empleo que pueda encontrar.”
Buscó un trabajo y lo encontró. Al principio no ganaba mucho. Sin embargo, pocos años después, Lee Braxton se convirtió en presidente del banco de su poblado, fue elegido alcalde de su ciudad y participó en muchos y muy buenos negocios.
Y es que Lee había apuntado alto, mejor dicho, muy alto.
Se había propuesto el objetivo de ser lo suficientemente rico como para poder retirarse a la edad de cincuenta años.
Alcanzó su meta a los cuarenta y cuatro años con una enorme fortuna y unos magníficos ingresos.
Ahora bien, los trabajos que hizo y las inversiones que efectuó para elevarse desde el fracaso hasta el éxito no tienen importancia aquí.
Lo que nos importa es el hecho de que la necesidad induce a un hombre con actitud mental positiva a actuar sin transgredir las normas consideradas como inviolables.
Un hombre honrado no engañaría, estafaría o robaría a causa de la necesidad. La honradez es inherente a una actitud mental positiva.
Comparemos ahora este hombre con los miles de personas que poseen una actitud mental negativa y se encuentran en prisión por robo, desfalco u otros delitos.
Cuando se les pregunta porque se les ocurrió robar, su respuesta es “tuve que hacerlo”. Y por eso han terminado en prisión.
Se dejaron arrastrar ante la falta de honradez porque sus barreras mentales les indujeron a creer que la necesidad obliga a las personas a ser deshonestas. Cuando en realidad la necesidad junto a una actitud positiva te pueden sacar de una situación difícil y llevar al éxito.
Ahora te pregunto: ¿Te impulsa la necesidad a alcanzar tus objetivos a través de la honradez e integridad personal o bien la necesidad te impulsa a conseguir resultados por medio del engaño o la falta de honradez?
Fuentes:
El Universal
La actitud Mental Positiva, Napoleón Hill.