Las sospechas pueden volverte ciego y necio

 


Una vez hubo un hombre que un día perdió su hacha y comenzó a sospechar del hijo de su vecino. Todos los días vigilaba cada uno de sus movimientos. Según el hombre, el muchacho se movía como un ladrón, hablaba como un ladrón, actuaba como un ladrón.

En todo, a los ojos del hombre, ese joven parecía ser el responsable del hurto de su hacha.

Sin embargo, un día, encontró su herramienta a la entrada de un valle y fue así que su perspectiva hacia el hijo de su vecino cambió en un instante. Ya no lo veía como a un ladrón.

Cuando sospechamos de alguien, pasamos por alto muchas cosas.

Por ejemplo, queremos tanto demostrar que estamos en lo correcto que, en lugar de investigar a fondo, creamos pruebas falsas.

O podemos incluso negarnos a aceptar que nuestras suposiciones son eso, suposiciones y no evidencia contundente.

Cuando tienes una sospecha en la cabeza todo empieza a encajar por todas partes

 aun si esas piezas nunca estuvieron destinadas a cuadrar una con la otra.

Si eso ocurre, es porque se está atacando a la persona equivocada.

Si eso ocurre, es porque nuestras pruebas son frágiles, pero no soltamos esa terquedad de que tenemos al culpable.

La película El caso de Richard Jewell es otro ejemplo. En este film se cuenta cómo el guardia de seguridad Richard Jewell fue acusado erróneamente de un atentado en Atlanta, poco después de que se lo considerara un héroe.


Él había descubierto una bomba dentro de una mochila que había sido abandonada a propósito y alertó a las otras autoridades.

El atentado se cobró una víctima e hirió a cientos de personas, pero cuando se creía que Richard era un héroe por haber descubierto la bomba, el FBI juntó información falsa con la cual creyeron que Richard había ocasionado el atentado para aparentar heroísmo y tener atención.

Su reputación, su vida personal, su hogar, sus relaciones, todo eso fue mancillado por el hecho de que se lo veía como a un asesino a pesar de que no había pruebas.

Incluso sus sueños de ser policía y su respeto a las autoridades fueron considerados como evidencia de que era un terrorista que pretendía ser una persona civil y honesta para planear más asesinatos y con ellos obtener más fama mal merecida.

Al final, se encontró al verdadero culpable, pero el daño a la buena fama de Richard Jewell ya estaba hecho.

Simples sospechas que no fueron analizadas correctamente acabaron por convertir un héroe en un criminal.

“¿Cómo peleas contra un oponente invisible como la sospecha? impidiendo que tu perspectiva hacia el supuesto culpable nuble tu juicio.

Porque las cosas no siempre son lo que parecen.




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