consumar en acto carnal su extraordinario amor verdadero.
En una vieja TERRAZA, sobre colcha de azul intenso,
que cobijo ese momento, que precedió a tantos encuentros.
Las estrellas observadoras de un mágico y perfecto acople.
y la noche cobijo en sudores los cuerpos de dos amantes jóvenes.
La perfección de la creación se hizo notoria ante ellos,
que como un natural suceso contemplo ese acople perfecto.
Dos pieles rosando en calor entre caricias y besos,
con ritmo suave y constante mostrando el va y ben de un sueño.
Desnudos de piel y almas, los amantes se reunieron,
en una noche muy clara de suave brisa y destellos.
Como si en algún momento se desatara un incendió,
y en unos cuantos minutos los dos saborearon lo eterno.
Cinco viajes hermosos que en nueve horas hicieron,
mostrándose uno al otro que llegarían juntos al cielo.
Como explosiones divinas de galaxias en el firmamento,
llegaban casi al instante, juntos al mismo tiempo.
Aún acoplados inmersos en plena paz del momento,
ella aún sobre él, puso su mente en vuelo.
¡Te daré una vida llena de momentos así de bellos,
y dos hijos que demuestren que el amor tiene reflejos!
¡El varón tendrá tu nombre porque así lo he decidido,
y será tan justo y noble como el hombre que he elegido!
¡Y una niña será el Alba que ilumine nuestro días,
y así tu le dirás cuando te muestre inocentes sonrisas!
Y así soñando siguió la preciosa enamorada,
todavía en perfecto acople sobre él que la abrazaba.
Soñó con cada festejo, cumpleaños y noches de gala.
Soñó con noches de novios y hasta con días de playa.
Soñó con una casita la cual sería su morada.
Soñó con formar familia con el hombre que la adoraba.
Y así esa noche unió a los amantes y la mañana,
que se amaron con fiel amor pero ya juntos no ven el alba.
¡La vida suele ser cruel, pero nunca desatinada,
el tiempo no hay que perder porqué se va como se va el alba…!
Carlos David M. R.